El relato del copazo y las salas: cuando el lenguaje anestesia el saqueo de la música en vivo
En la última década, tres etiquetas han marcado la política cultural, de la música popular, española: “espacio cultural” (Uribes), “autónomo artista” (Iceta) y “ecosistema” (Urtasun). Para Juanjo Castillo —consultor cultural y director de CST-Músicos— esas palabras no han sido inocentes: “nombran una coartada”.
En esta conversación con KOpress, desmenuza cómo, tras eliminar de la representación real de los intereses de los músicos, el dinero público acaba reforzando estructuras opacas y un reparto que cronifica la precariedad.

KOpress. Empieza por la imagen del “copazo”. ¿Qué significa exactamente?
Juanjo Castillo. Es una metáfora sencilla: después del copazo nadie discute nada. El circuito de salas invita, acaricia el ego, presenta el “problema” ya resuelto y desliza tres palabras mágicas que todo lo justifican. Si cuestionas algo, eres “anti-cultura”. Ese embrujo funciona porque llega con relatos listos para firmar: no te piden gobernar, te piden rubricar.
KO. Uribes habló de espacio cultural. ¿Dónde está el truco?
J.C. “Espacio cultural” trasladó el foco de quién trabaja a dónde sucede. La prioridad dejó de ser el músico y su relación laboral para convertirse en el ladrillo con escenario. Si el espacio abre, todos felices; si el músico cobra tarde o como falso autónomo, ya “se verá”. El concepto legitima subvenciones a infraestructuras y operadores sin condicionar de verdad la contratación digna.
KO. Con Iceta llega autónomo artista. ¿Por qué lo consideras un retroceso?
J.C. Porque institucionaliza la excepción como norma. En vez de obligar a promotores y salas a contratar laboralmente cuando hay ajenidad y dependencia, se empuja al músico a facturarse la vida. El resultado: cotizaciones insuficientes, pensiones menguadas y la carga administrativa sobre quien menos poder de negociación tiene. El autónomo artista no resolvió la precariedad; la administró.

KO.Urtasun habla de ecosistema. Suena bien.
J.C. Y por eso es peligroso si no lleva métricas y contraparte social. Ecosistema diluye responsabilidades: todos forman parte, así que nadie responde. ¿Quién garantiza que la ayuda llegue al último eslabón —la persona que sube al escenario— y no se pierda en capas intermedias? Sin trazabilidad por concierto y sin condicionar el dinero público a empleo digno, ecosistema es una niebla bonita.
KO. Has afirmado que se “asalta y expulsa” a la representación de los músicos. ¿Cómo?
J.C. Mediante comités asesorados por las mismas estructuras que se benefician, mesas donde la voz sindical llega tarde o es meramente decorativa, y bases de convocatorias que confunden “probar recorrido profesional” con “tener agencia y sala de confianza”. Si la parte laboral cuestiona, se le acusa de “bloquear”. Es más cómodo consultar a quien factura la ayuda que a quien debería cobrar salario.
KO. Has sido muy crítico con el circuito Girando por Salas (GPS). ¿Por qué?
J.C. Porque nació para movilidad y profesionalización y ha derivado en un embudo. Cuando el diseño premia a la infraestructura más que a la relación laboral, aparece la tentación de desviar recursos hacia gastos de entorno —logística, oficinas, intermediación— y el músico queda al final de la fila. Es un problema de incentivos: si las bases no obligan a contrato laboral y a publicar cuánto se paga por concierto, el sistema aprende a optimizar… contra el músico.

KO. ¿Dónde sitúas a las cooperativas de facturación que “salvan” giras?
JC.. En el corazón del malentendido. Nacieron como muleta y terminaron sustituyendo la pierna. Muchas operan como fábricas de facturas: trasladan costes, retrasan pagos y deterioran derechos. Y, para colmo, se usan como coartada contable para justificar ayudas: “todo regular, mire, aquí está la factura”. La factura no es un contrato de trabajo ni un alta real a efectos de carrera.
K. ¿Quién gana y quién pierde con este modelo?
J.C. Ganan los intermediarios que controlan puertas de entrada —programación, prescripción, medición de impacto— y pierden los músicos de base, precisamente a quienes se invoca en notas de prensa. También pierde el contribuyente: paga caro un resultado modesto porque una parte se evapora en capas que no son música en vivo, sino burocracia en vivo.
K. Dame un ejemplo de “palabra bonita” que sale carísima.
J.C. Dinamización. Si “dinamizar” significa repartir ayudas sin exigir contratos y sin publicar cuánto cobró cada banda por concierto, esa dinamización es humo caro. La dinamización buena es la que convierte euros públicos en días cotizados y salarios decentes, con nombres y apellidos visibles.
KO. ¿Qué cambiarías mañana, sin tocar una ley orgánica?
J.C. Cinco llaves rápidas:
Cláusula laboral obligatoria: sin contrato acorde a la realidad del trabajo, no hay ayuda. Trazabilidad por concierto: publicar, con formato abierto, quién tocó, dónde, cuánto cobró bruto y cuándo se pagó. Topes de intermediación: ni un euro público si las comisiones superan un % razonable y auditado Contraparte social vinculante: sindicatos de músicos con voto real en comités, no sillas de atrezo. Auditoría externa anual con sanción efectiva: quien incumpla, fuera del circuito de ayudas.
KO. ¿Y a medio plazo?
J.C. Dos cosas: el cumplimiento del Estatuto de los Trabajadores y del Real Decreto-ley 5/2022, así como del convenio colectivo, junto a la voluntad del Ministerio de Trabajo dotando de recursos a la Inspección de TSS, y que los sindicatos mayoritarios dejen de mirar para otro lado podrá a la relación laboral donde corresponde, y un Registro Nacional de Actuaciones con verificación automatizada de altas, pagos y cotizaciones. Que Hacienda, Seguridad Social y Cultura hablen entre sí y crucen datos. Tecnología hay; falta voluntad.
KO. ¿Qué le dirías a un ministro que compra el relato del “ecosistema”?
J.C. A estas alturas ya sabe que le han vendido. No se lo tengo que decir yo. Es ministro, además de paso, y no tiene por qué saberlo. Le han metido un buen gol y bien feo porque estos empresarios no son especialmente brillantes. Son del sector de la hostelería del ocio nocturno, no nos olvidemos. Los ministros son políticos portavoces de equipos técnicos de gente indocumentada, en el caso de los de cultura.
KO. ¿…”Son un ecosistema imprescindible y hay que proteger”?
Por otro lado, en este “ecosistema” del que hablan, a mi me parece mentira que lo defiendan. ¿Uno en el que sólo sobreviven ellos? ¿Uno que se basa en ignorar los derechos laborales de los músicos? ¿Un “ecosistema” en el que se juntan tres de las especies, predadores, y se hacen una foto de cara a la galería con un papel mojado mientras sonríen y muestran los colmillos afilados y retorcidos? Un ecosistema sano se mide por la salud del elemento más frágil. No por el número de ruedas de prensa ni por el brillo del “espacio” sino por cuántos músicos cobran a tiempo, cotizan lo que deben y no dependen de facturarse a sí mismos para poder tocar. Si el indicador no baja al escenario, es propaganda. Eso, como mínimo, le diría.
KO. ¿Cabe una alianza virtuosa con las salas?
J.C. Por supuesto. Las salas no son imprescindibles. Esto, creo que a estas alturas lo saben hasta sus empresarios. Aunque prediquen lo contrario, y los ministros y el copazo, extiendan la mentira. Sus errores son ya de tal naturaleza que sus reacciones; desmedidas, unilaterales siempre, egoístas y… grotescas, solo tendrán un final cada vez más cercano: el acuerdo con la otra parte. Llevan 50 años utilizando a los músicos para vender copas, imponiendo sus reglas, que además son ilegales como ya les ha dicho la Inspección de Trabajo. No hay nada menos virtuoso que el maltrato y la explotación. Lo han hecho con músicos, artistas, DJs y ahora técnicos. No hay nada menos valorable que el desprecio y la traición por las acuerdos y las negociaciones Y los últimos 15 años llevándose todas las subvenciones del estado, las Comunidades autónomas y ayuntamientos.
La condición para el acuerdo es simple: ayuda pública = obligaciones públicas. Programar con criterios abiertos, publicar datos desagregados y garantizar contratación digna. Cuando eso sucede, el interés de todos se alinea y el copazo se convierte en café con recibo.

KO. ¿Qué papel tienen los medios y las agencias como KOpress en esta discusión?
J.C. Abrir las ventanas. Preguntar cuánto, a quién y cuándo. Es una auténtica locura que un sindicato publique el análisis de una consultora que bebiendo únicamente de los datos oficiales logra unas conclusiones tan esclarecedoras sobre el por qué del deterioro de la escena musical en directo española, y ni un sólo medio de comunicación, serio o económico, se haya interesado. Es lo de confundir agenda con cultura. La cultura se defiende cuando se defiende el trabajo de quienes la hacen posible. Y no la entrada o la copa. Todo lo demás es ruido de protocolo.
KO. ¿Qué te preocupa más de los próximos años?
J.C. Que el lenguaje siga anestesiando. Que la palabra ecosistema tape la tala. Que no consigamos, igual que con “espacio cultural” y “autónomo artista”, su negación y rechazo. Y que la administración premie obediencias en lugar de resultados medibles en derechos. Pero también veo una oportunidad: cada vez más músicos documentan, guardan correos, comparan bases. Es la alfabetización laboral de un sector al que durante años se le pidió que “no hiciera cuentas”.
KO. Cerramos: define en una frase el sinsentido que denuncias.
J.C. Que se tache de “enemigos de la cultura” a quienes piden lo obvio: que el dinero público llegue —y se vea que llega— al trabajo cultural y a sus trabajadores, no solo al decorado cultural.
Nota de KOpress. Esta entrevista refleja opiniones y propuestas sustentadas en la lectura de documentación pública y datos oficiales. KOpress mantiene su compromiso de solicitar a las administraciones y operadores implicados respuestas sobre trazabilidad de fondos, contratación laboral y resultados medibles para los músicos.